POR JUAN CRUZ (Blogs de EL PAÍS, 27-07-10)
Están hablando de periodismo (y de narrativa) en la UIMP de Santander dos de los grandes periodistas-narradores de América Latina, Juan Villoro y Leila Guerreiro, mexicano, argentina. Los señalo porque en América Latina se está haciendo ahora el periodismo literario más atrevido de nuestra lengua. Y en ellos simbolizo a muchos compañeros y colegas suyos que están levantando a peso la lengua narrativa como instrumento eficaz para contar las cosas que ocurren allí y por el mundo.
El curso está dirigido por Basilio Baltasar y organizado por la UIMP y la por la cátedra Jesús Polanco, que nació para seguir la vocación de la extraordinaria persona que le da nombre, para juntar el pensamiento o la creatividad latinoamericana con los mismos elementos de la vida española. Un puente, exactamente.
Esos dos periodistas-narradores identifican, junto a otros, sin duda, un estado especialmente saludable del periodismo en lengua española. Basan su escritura en los hechos, en su conocimiento, en el sentido del humor, en el manejo deacuado de su propia cultura, tienen como referencias a grandes maestros del género, no renuncian a ello, y no renuncian a ninguno de los instrumentos que el periodismo tradicional (que es también el llamado nuevo periodismo) ofrece a los que quieren romperlo para hacerlo mejor.
Decía en la sesión de ayer Joaquín Estefanía que el periodismo está siendo sometido a una tormenta perfecta, desde dentro y desde fuera, y Juan Luis Cebrián aseguró (como Manuel Vicent dice a veces) que el periodismo fue siempre narrativo, literario, literatura. En España tenemos muchos ejemplos de que esto es así, y los tenemos en la actualidad y en la historia.
Creo que el futuro del periodismo pasa por reivindicar esa condición narrativa, literaria, para contar hasta el fondo las cosas; decía Azorín que, para hacer buen periodismo, había que ir derechamente a las cosas. Hasta cierto punto. El periodismo literario (por ponerle ese adjetivo a lo que es periodismo a secas) basa su eficacia en la introducción de la duda, del circunloquio, de la referencia extraviada que regresa al texto para explicarlo mejor.
Eso es lo que hacen Villoro y Guerreiro, por citar estos dos nombres ya que se da la coincidencia de que están en Santander. Ellos son elementos de una geografía humana periodística que le da mucho sentido al futuro de este oficio que quizá no sea el mejor del mundo pero es el que nos gusta a los que creemos que es el mejor oficio del mundo después del noble oficio de vigilante de playas desiertas.
El curso está dirigido por Basilio Baltasar y organizado por la UIMP y la por la cátedra Jesús Polanco, que nació para seguir la vocación de la extraordinaria persona que le da nombre, para juntar el pensamiento o la creatividad latinoamericana con los mismos elementos de la vida española. Un puente, exactamente.
Esos dos periodistas-narradores identifican, junto a otros, sin duda, un estado especialmente saludable del periodismo en lengua española. Basan su escritura en los hechos, en su conocimiento, en el sentido del humor, en el manejo deacuado de su propia cultura, tienen como referencias a grandes maestros del género, no renuncian a ello, y no renuncian a ninguno de los instrumentos que el periodismo tradicional (que es también el llamado nuevo periodismo) ofrece a los que quieren romperlo para hacerlo mejor.
Decía en la sesión de ayer Joaquín Estefanía que el periodismo está siendo sometido a una tormenta perfecta, desde dentro y desde fuera, y Juan Luis Cebrián aseguró (como Manuel Vicent dice a veces) que el periodismo fue siempre narrativo, literario, literatura. En España tenemos muchos ejemplos de que esto es así, y los tenemos en la actualidad y en la historia.
Creo que el futuro del periodismo pasa por reivindicar esa condición narrativa, literaria, para contar hasta el fondo las cosas; decía Azorín que, para hacer buen periodismo, había que ir derechamente a las cosas. Hasta cierto punto. El periodismo literario (por ponerle ese adjetivo a lo que es periodismo a secas) basa su eficacia en la introducción de la duda, del circunloquio, de la referencia extraviada que regresa al texto para explicarlo mejor.
Eso es lo que hacen Villoro y Guerreiro, por citar estos dos nombres ya que se da la coincidencia de que están en Santander. Ellos son elementos de una geografía humana periodística que le da mucho sentido al futuro de este oficio que quizá no sea el mejor del mundo pero es el que nos gusta a los que creemos que es el mejor oficio del mundo después del noble oficio de vigilante de playas desiertas.
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